Particularmente interesante es el registro de escenografías para el ballet del Teatro Municipal, cuando Iván Nagy –también húngaro, como Ladislao- reparó en su pintura y lo invitó a participar en el decorado de grandes obras, como el Lago de los Cisnes a la que “aportó brillo y misterio” según señala en El Mercurio una crítica de la época

Naturalezas muertas que parecen vivas. Personajes posando en el taller o contemplando el arte en galerías. Papeles de pliegues luminosos. Innumerables citas a los grandes genios del arte, al papel impreso en forma de libros, revistas, periódicos o bolsas. Ironía, ilusionismo, transparencias, superposición de planos, introspección, presencia de la tela en la tela, y de la paleta, del pincel, de los bellos tubos de óleo como los que que ilustran la portada de este libro, invitando a la retrospectiva y llevándonos a la conclusión de que hace rato, Campuzano ha arribado a la categoría de maestro.